Los Angeles En El Judaísmo
 


Este artículo es una recopilación de tres artículos extraidos de la web judía hebreosnet... Una web que brilla por su seriedad...

Mitología judía en el Tanaj 

Capítulo I - Ángeles 


Una nueva serie, en la que empezamos a recorrer los lugares donde la Biblia judía se torna mágica. Comenzamos con los ángeles, esos seres misteriosos que median entre Dios y el hombre. 

Max Müler define al mito como a toda narración, escrita o de transmisión oral, que contiene cierto elemento "súper-natural", "mágico" o "divino", y que refleja la cultura e identidad de cierto grupo social, como ser un pueblo, un país, una nación. El mito es la expresión de los deseos colectivos del pueblo. Es, a su vez, una herramienta con la cual es posible dar respuestas a preguntas filosóficas y científicas, difíciles de responder (etiología). El mito puede ser producto de la imaginación en un ciento por ciento, o puede existir también como la combinación de historia auténtica e imaginación folklórica que tiene como objetivo resaltar o eliminar ciertos eventos dentro de la historia. De esa manera, podemos decir que la Guerra de Troya, al parecer, tuvo lugar; sin embargo sería absurdo asegurar que Aquiles era inmune e inmortal en todo su cuerpo, fuera de su talón. Igualmente sabemos a ciencia cierta que el Rey David libró decenas de batallas contra los filisteos; lo que no podemos aceptar desde un punto de vista científico son aquellos relatos que cuentan de como Dios guió a David hacia la victoria inevitable. 

A partir de estas definiciones y hechas tales aclaraciones, podemos comenzar a relatar los principales puntos que respectan a la mitología judía. Por razones de comodidad, se utilizará la comparación con la mitología griega, ya que es la más variada, conocida y apasionante de todas. Así como la mitología griega se basa en las obras de Homero y de Hesiodo –fuentes primarias– y en las tragedias de Eurípides y Sófocles –fuentes secundarias-, de la misma manera la mitología judía se basa en el Tanaj y en desarrollos post-bíblicos como ser el Talmud y el Zohar. 


Semi-dioses y ángeles 

En la mitología de muchos pueblos existe una casta de seres que ocupan una especie de término medio entre hombres (mortales) y dioses (inmortales). En la mitología griega son éstos llamados semi-dioses mientras que en la mitología judía (y por consiguiente en la cristiana y en la musulmana), son llamados ángeles (malajim). En ambas culturas estos seres divinos y misteriosos, son a su vez divididos en sub-clases (ángel, arcángel, serafín; ninfas, musas, gracias). La gesta de los ángeles en el Tanaj comienza en Génesis, y de una forma que nos recuerda mucho a la mitología griega. La narración (Gen. VI, 1-4), cuenta de como "vieron los hijos de Dios a las hijas del hombre" y sobre lo que pasó "luego de que se unieran los hijos de Dios con las hijas del hombre". La mística judía cuenta de los diferentes ángeles, de sus nombres y de sus funciones particulares. Una famosa explicación al nombre de Dios dado en plural (Elohim), dice simplemente que Dios es uno y es muchos, ya que los ángeles son inseparables de Dios y al mismo tiempo existen alrededor de Dios, sirviéndolo. Así es como el famoso versículo de la creación del hombre (Gen I, 26) es explicado por varios exégetas, que opinan que Dios habla en plural porque estaba conversando con los ángeles. Por supuesto que estas explicaciones son absurdas y su objetivo es cubrir la contradicción natural de una creencia que en sus principios surgió como un sincretismo entre monoteísmo y politeísmo. 

Más allá de esto, el papel más importante de los ángeles es el de mediadores entre Dios y los hombres. Generalmente utilizados por Dios para transmitir mensajes a los hombres y no viceversa. Lo interesante es que en muchos casos, ángeles son presentados ante hombres con los cuales Dios habla directamente, como Abraham o Moisés. La pregunta obvia sería, claro está, ¿por qué la mitología judía se empecina en la utilización del personaje del ángel? La respuesta no es fácil de dar. Está claro que el mensaje del ángel es el de Dios. Está claro también que la misión que cumplen los ángeles en la tierra (como ser la destrucción de Sodoma y Gomorra), bien puede ser cumplida por Dios sin la mediación de los ángeles. Recordaremos que una de las más importantes misiones que dio Dios a los hombres fue la que cayó sobre los hombros de Noé: la construcción del Arca y la sobrevivencia del diluvio (Gen. VI – VIII). Sin embargo, Dios habla directamente con Noé sin la intermediación de ningún ángel. Hagamos un recuento de los diferentes y más relevantes encuentros entre ángeles y mortales. Los dividiremos en tres clases, aquellos encuentros que tuvieron como objetivo transmitir un mensaje a los hombres, aquellos que tuvieron como objetivo la acción física y concreta de un ángel (muchas veces ambos elementos van de la mano) y finalmente aquellos que son parte de visiones de los profetas. El ya referido encuentro entre los "hijos de Dios" y las "hijas de los hombres" lo dejaremos para más adelante, ya que no responde a ninguno de estos dos parámetros. 


En el principio... 

La primera figura del Tanaj en encontrar un ángel es, justamente, todo lo contrario a lo que podríamos imaginarnos. En primer lugar es mujer, y no hombre, dato fascinante e inusual considerando que, está de más decirlo, estamos tratando de un texto patriarcal. En segundo lugar, se trata de alguien que no está relacionada, genealógicamente hablando, con el pueblo judío. Recordemos que el Tanaj es "simplemente" el etos de la nación judía, por lo cual este segundo elemento es también sorprendente. Estamos hablando del cuento de la huída de Hagar (Gen. XVI, 6-14). El ángel ha venido a salvar a Hagar y a devolverla al servicio de Sara. Hagar se encuentra nuevamente con un ángel, cuando es expulsada finalmente de la casa de Abraham (Gen. XXI, 14-20). En medio del desierto, Hagar contempla la muerte de su hijo y la suya propia. El ángel la salva y le promete fama y fortuna a su hijo, Ismael, quien se transformaría, en términos de mitología del Medio Oriente, en el padre de la nación árabe, llamados en la antigüedad Ismaelitas. 

Entre ambos episodios, una saga apasionante que mezcla tanto ángeles como conversaciones directas entre Abraham y Dios, tiene lugar. Estamos refiriéndonos, claro está, a la narración en Génesis XVIII – XIX. Tres ángeles han de anunciar a Abraham el nacimiento de su hijo Isaac. También le anuncian la inmediata destrucción de Sodoma y Gomorra. Dos ángeles han de salvar a Lot, a su mujer y sus dos hijas de las ciudades pecadoras. Es esta una narración fascinante que combina el papel de los ángeles como mensajeros y mediadores, con su papel como "protagonistas" y herramientas físicas. Otro relato que también contiene esta combinación de elementos es el final del casi sacrificio de Isaac (conocido en hebreo como Akeidat Itzjak). Abraham no duda en sacrificarle a Dios a su propio hijo, y un segundo antes de que el cuchillo penetre la carne del joven, un ángel retiene la mano de Abraham y le muestra un chivo que ha de ser sacrificado en lugar de Isaac (Gen. XXII, 9-13). Sin embargo, al propio Isaac nunca se le revela un ángel o algo parecido. 

Su hijo Jacobo, en cambio, tiene una larga historia de encuentros con ángeles. Al contrario de su abuelo Abraham, que tuvo encuentros de tipo "business" con los ángeles, Jacobo tiene encuentros mucho más místicos y traumatizantes. Una noche apoya su cabeza en una roca, y sueña toda la noche con la imagen de Dios en lo alto de una escalera. Por la escalera bajaban y subían ángeles (Gen. XXVIII, 10-12). Los ángeles no traen ningún mensaje a Jacobo, Dios le habla directamente y le promete una prolífica descendencia. Es ésta una imagen tremendamente importante para el análisis de los ángeles en la mitología judía. Simboliza indudablemente la calidad de semi-dioses de los ángeles y de su situación media entre hombres y Dioses. En el sueño de Jacobo el servicio que los ángeles prestan es totalmente inútil, Dios habla directamente. Sin embargo, estan ahí, presentes, subiendo y bajando la escalera. Tal vez, su objetivo es evitar que Jacobo intente subir por la escalera, tal vez... 

En otro relato no menos fascinante y místico, Jacobo se enfrenta a un ángel que no se presenta como tal. Pelean toda la noche y al final, derrotado el ángel, éste bendice a Jacobo cambiándole el nombre a Israel (Gen. XXXII, 25-32). El relato es místico, lleno de símbolos y de misterio. En ningún momento el ángel se presenta como tal, en ningún momento se dice que Jacobo sabía que se trataba de un ángel, sin embargo está claro desde el principio para el lector que de eso se trata. Solamente al final de la lucha y la conversación entre ambos, cuando el ángel se aparta y Jacobo nombra al lugar Peniel, es mencionado de forma clara que se trataba de la presencia de Dios personalizada en un hombre. 


Mito nacional de un pueblo, mito personal de los ángeles 

Es Moisés, aquel que hablaba con Dios "cara a cara" que abre la época de los ángeles en el desierto. Cuando Moisés ve la zarza ardiente que no se consume, escucha la voz de Dios. Al acercarse, un ángel (según la exégesis del medioevo) le advierte que no se acerque demasiado (Éx. III, 1-10). El Midrash (literatura post-bíblica) cuenta asimismo una historia según la cual Moisés es salvado en su niñez por un ángel. El faraón lo pone a prueba, dándole a optar por un plato con joyas o un plato con carbones ardientes. El niño extiende su mano hacia las joyas pero el ángel, salvándolo de las sospechas del Faraón que este niño será aquel que lo despojará del trono, mueve su mano hacia el carbón. Durante el camino hacia la Tierra Prometida, nos cuenta la Torá que un ángel iba siempre delante del campamento, cuidando a los israelitas (Éx. XIV, 19; XXIII, 20). Dios promete a Moisés, durante su camino en el desierto, que enviará un ángel a la tierra de Canaán, a expulsar a los pueblos politeístas que habitaban aquel lugar (Éx. XXXIII, 2). Cuando los israelitas se acercan a la Tierra de Israel, sale a pelear contra ellos Balac, Rey de los Moabitas. Éste, que tiene miedo al "Dios de Israel", le pide al brujo Bilaam que maldiga al campamento hebreo. Sin embargo, Bilaam se encuentra con problemas en su camino. Un ángel se aparece frente a él. La primera en reconocer al ángel es la asna del mago, y luego Bilaam mismo (Núm. XXII, 21-35). Al llegar ya a la tierra de Israel, los ángeles siguen ayudando a los hebreos, apareciendo frente a Josué, continuador de Moisés. El ángel es una señal del éxito del ejército de Josué contra la cuidad de Jericó (Jos. V, 13-15). Tras la muerte de Josué, el ángel de Dios vuelve a aparecer, esta vez dirigiéndose a todo el pueblo (Jueces II, 1-5). 


Los héroes y sus ángeles 

Durante la época de los jueces podemos apreciar la directa intervención de los ángeles, que en dos casos fueron reclutados para la ayuda de los héroes que salieron a salvar al pueblo de manos de sus enemigos. Guidón recibe una visita celestial en una visión de un ángel que lo impulsa a salir a la guerra para la liberación espiritual del pueblo (Jueces VI, 11-24). El segundo encuentro es aquella conocida visita del ángel a la mujer de Manoaj, madre de Sansón (Jueces XIII, 2-25), que analizamos en el artículo publicado en este medio, titulado "Todo Sobre Mi Madre". En el Capítulo II de esta entrega, analizaremos también ciertos aspectos de mitología comparativa, utilizando entre otros el modelo de Sansón. Durante el reinado de David, un ángel fue enviado a sembrar la muerte en el pueblo, a causa de un pecado cometido por David. En II Samuel XXIV lo vemos como un ángel de Dios que ha sido enviado a "destruir" (lehashjit) al pueblo. La misma narración existe en I Crónicas XXI. En ésta paralela, el ángel es descripto como Satán, el ángel de la muerte, que impulsa a David a pecar. Luego envía Dios otro ángel, aquel que castiga al pueblo. En tiempos del Reino de Israel y el Reino de Judea, los ángeles transmiten en general mensajes a profetas que a su vez advierten a los reyes y líderes. El profeta Eliahu es salvado de la desesperación y el hambre por un ángel enviado por Dios (I Reyes XIX, 1-8). El mismo Eliahu advierte al Rey Ocozías sobre sus malas acciones tras la aparición de un ángel (II Reyes I, 15). Su continuador, el profeta Elisha, envía un "ángel" (malaj) a transmitir un mensaje (II Reyes V, 10), sin embargo debemos entender que malaj es en sí un sinónimo de mensajero, por lo tanto es este un ser humano común, enviado por Elisha, y no un ángel de Dios. Durante esta época narrativa, un evento sorprendente tiene lugar. Cuando los asirios ponen sitio a Jerusalem, el Rey Ezequías, desesperado, consulta a su asesor, el profeta Isaías. Éste clama al cielo y durante la noche un ángel de Dios baja al campamento asirio sembrando la muerte en ciento ochenta y cinco mil soldados asirios. Este relato (II Reyes XIX, 35), vuelve a repetirse dos veces más en otras dos fuentes (Isaías XXXVII, 36; II Crón.XXXII, 21). Es claro que se trata de un relato etiológico que describe las razones por las cuales el sitio a Jerusalem fue cancelado. A pesar de ello, la presencia del ángel en el relato es fascinante. 

En nuestra próxima entrega hablaremos de la figura del ángel, de la descripción de la imagen del ángel en ojos de los mortales, de la relación entre ángeles y hombres, entre ángeles y Dios y, por supuesto, del sorprendente caso de Job. Hasta el próximo capítulo...

Ángeles y Héroes 

Mitología Judía en el Tanaj, Capítulo II 


Analizamos en esta segunda entrega la apariencia física de los ángeles, y a otros personajes bíblicos: los héroes, y su posible relación con los semidioses griegos. 

En la primera entrega de esta “mini-investigación” sobre mitología judía, nos enfocamos en el papel de los ángeles en el Tanaj, la Biblia, en sus apariciones y mensajes y, sobre todo, en el simbolismo que evocan. Los vimos en situaciones muy dispares, a veces como los mensajeros de promesas y bendiciones, otras como los portavoces de próximas tragedias y catástrofes. Analizamos asimismo las diferentes apariciones, los personajes que tuvieron el privilegio, o la desgracia, de encontrarse con ángeles y cuáles fueron los resultados de tales encuentros. En el presente capítulo ampliaremos el tema, tratando de abordar otros aspectos, como ser la descripción física de los ángeles, la intervención de ángeles en la vida de los mortales y la relación entre estos seres divinos y los héroes mitológicos del Tanaj. Trataremos también de establecer algún tipo de paralelismo comparativo entre “nuestros” ángeles y héroes y algunos seres semi-divinos famosos en otras culturas. Por sobre todas las cosas, queda una pregunta específica que puede ser fácilmente transformada en la más general de las contradicciones filosóficas. Esta pregunta será presentada al final de nuestro último capítulo. 
La imagen del ángel 

Existen ciertos pasajes en los cuales los ángeles son descritos físicamente. En la mayor parte de los casos, son descritos como simples seres humanos. Así podemos encontrar a los tres ángeles que se le presentan a Abraham, el varón que lucha contra Jacobo, y los dos ángeles que cumplen con la destrucción de Sodoma y Gomorra. Estos pasajes fueron ya analizados durante la primera entrega. 

Más allá de esta visión del ángel como un ser que adpota la figura de un hombre normal y corriente, encontramos también otros pasajes, más interesantes aún. Cuando el ángel de Dios se le presenta a la asna de Bilaam, antes de revelarse ante el propio Bilaam, el correspondiente versículo describe al ángel como a un hombre que sostiene una espada amenazadora (Num. XXII, 23). También Josué ve a este caballero empuñando una espada celestial (Jos. V, 13-15). 

Cuando una gran peste cae sobre el pueblo, a causa de un pecado de David, ya durante los últimos años de su reinado, el castigo divino es llevado a cabo por un ángel y la imagen que se puede contemplar es increíble (II Sam. XXIV, 16): el ángel de la muerte extiende su gigante mano desde las alturas sobre Jerusalem, a punto de destruir la cuidad, que finalmente se salva. Aquel caballero que esgrime una espada, en Números y en Josué, es luego descrito por fuentes post-bíblicas como el ángel Mijael, el jefe del ejército divino. La mano gigante del ángel de la muerte que enfrenta a David y amenaza con la destrucción de Jerusalem, es un relato que podemos encontrar nuevamente en el Libro de las Crónicas (I Cron. XXI, 15-30). En este pasaje, encontramos también la intervención de otro personaje: Satanás (I Cron. XXI, 1). No está claro a partir del texto mismo si Satán es el nombre del mismo ángel que amenaza con su implacable mano. Más aún, podemos concluir de este versículo que, cuando “Satán impulsa a David a pecar”, el significado es puramente metafórico, siendo el ángel Satanás la representación de lo malvado y perverso en los hombres. Sin embargo, existe otro relato, donde el papel de Satanás no es metafórico en absoluto... 
Ángeles y mortales 

Más allá de los anteriormente enumerados encuentros entre ángeles y seres humanos, resaltaremos ahora tres pasajes sumamente importantes desde el punto de vista mitológico, sobre todo cuando nos aventuramos en el mundo de la comparación. 

En el libro de Job podemos encontrar una de las más fascinantes historias del Tanaj. No profundizaremos en ningún tipo de análisis filosófico que es, claro está, la opción más tentadora en este caso. Por el contrario, nos concentraremos en el papel de los ángeles. El libro nos cuenta de una gran reunión de ángeles presidida por Dios (Job I, 6). A dicha reunión asiste también el ángel llamado Satán. Lo que viene inmediatamente es algo fascinante (Job I, 7-12), y consiste en un diálogo entre Dios y Satanás, que deriva rápidamente en una apuesta entre ambos. Dicha situación se repite nuevamente en pasajes posteriores (Job II, 1-6; Job IV, 18). El caso de Job es único por su aspecto de interacción entre mortales y ángeles. En el mismo, el ángel Satanás influye directamente en el destino de Job. Los ángeles pierden el elemento de mensajeros y se transforman en este relato en los que toman decisiones y las ejecutan. El deseo de Satanás de influír directamente en la vida de Job es robarle a Dios la exclusividad. Por lo tanto, en este caso, la interacción hombre-ángel es un medio de uno de los ángeles para igualarse a Dios. En la mitología griega lo vemos continuamente. Dioses menores y semi-dioses tratan de tomar el poder y derrocar a Zeus del trono del Olimpo. En muchos casos lo hacen también a través de la utilización de hombres. Cuando Hera enojada quiere castigar a Zeus por su traición, castiga a Hércules quien, abrumado por las sombras de la demencia, asesina a toda su propia familia. 

El segundo relato que debe ser resaltado en este contexto es aquel del cual hablamos ya en el artículo Todo Sobre mi Madre y que nuevamente recordamos en la primera entrega de esta serie. Estamos hablando claramente del encuentro entre la madre de Sansón y el ángel (Jue. XIII, 2-7), en el cual encontramos claros elementos que indican una posible relación, específicamente una relación sexual entre la madre de Sansón y el ángel, a través de la cual es concebido el famoso héroe. Está demás decir que los elementos comparativos que acercan la figura de Sansón a la de Hércules son más que obvios: la fuerza física imponente, el cumplimiento de “misiones”, y una muerte trágica; pero más aún que todos estos elementos se establece el hecho de que Hércules es producto de la relación entre Zeús y una mujer (¿suena conocido?) 

Pero la historia de relaciones sexuales entre seres divinos y seres humanos no termina aquí. Existe otro relato, apasionante, justo al comienzo del Génesis. Durante esta época mitológica de “finales de la creación”, esta época de caos en el mundo humano, de fundación de dinastías y naciones, observamos detenidamente el relato conocido como el capítulo de los “nefilim” (Gen. VI, 1-4). Los descendientes de los “hijos de Dios y las hijas de los hombres”, son los hijos poderosos, hombres famosos, producto de esta unión. Estos cuatro versículos son inmensamente intrigantes. Por un lado la existencia de los propios nefilim, los cuales representan un desafío al monoteísmo. Por otro, la legitimidad absoluta que el narrador tanájico le concede a esta relación, que desde un punto de vista “judío” es absolutamente aborrecible. Si en el relato del encuentro entre la madre de Sansón y el ángel, la relación entre ambos está descrita muy indirecta y disimuladamente, aquí la situación es totalmente la opuesta. Más aún, los descendientes de esta unión son descritos como “hombres de fama y poder”, o en otras palabras: héroes. Muchas exégesis se han dado a estos cuatro versículos. Los nefilim y los “hijos de Dios” son los mismos, son estos nefilim que toman a las hijas de los hombres por esposas. Del texto también se puede entender lo contrario, y es que los nefilim son el producto de la unión entre ángeles y mujeres, es decir, un sinónimo de estos héroes famosos, semi-divinos. En ciertas traducciones los nefilim aparecen bajo el rótulo de “gigantes”, sin embargo los gigantes, que pasean por las páginas del Tanaj, aparecen también como los anacitas o anaceos, adaptación de la palabra anak que verdaderamente significa “gigante”. 

Sin embargo, la palabra nefilim es producto de la raíz nun-pei-lamed, la raíz de la palabra caer o caerse. Por lo tanto, los nefilim son los que cayeron del cielo, y es esto lo que nos conduce a la lectura de una fuente extra-canónica, como ser el libro de Janoj. En el mismo se cuenta que ciertos ángeles fueron expulsados, o escaparon, del cielo, del Panteón divino, y al bajar a la tierra se establecieron en el Monte Hermón, donde tomaron para sí mismos mujeres mortales (Janoj VI y cont.). 

Demás está decir que la mitología griega, la egipcia y otras, están plagadas de relatos que describen la unión física, y sus consecuencias, entre seres divinos y seres mortales. Quien lee estos cuatro versículos de Génesis solamente, no puede imaginar que se trata de un relato en el contexto de un libro que promueve el monoteísmo. Más aún, es dificil distinguir entre este relato y el famoso relato mesopotámico de Guilgamesh. Es este pasaje, junto con el inmediato cuento del diluvio, la prueba más definitiva de la honda huella que dejaron las antiguas mitologías mesorientales en la cultura y folklore judíos. 
Héroes 

En una acepción, la unión entre los ángeles y las mujeres da creación a los nefilim, hombres poderosos y gigantes. En la otra, dicha unión se da entre los nefilim, ángeles que cayeron del cielo, y las mortales, y de ella nacen hombres poderosos y famosos. Sea como fuere, se establece por primera vez en el Tanaj (por lo menos desde el punto de vista del tiempo narrativo), el concepto de héroe. El propio término “héroe”, del griego heros, resguarda un significado ambivalente. Es éste por un lado un ser humano, de carne y hueso, y por otro, es el hacedor de maravillosas hazañas, tan maravillosas que nos hace dudar por un instante si se trata de un ser humano o un dios. Los grandes héroes griegos, son sin duda Hércules y Aquiles. Junto a ellos coexisten también otros héroes, como Ulises, Teseo, Perseo, Cástor y Pólux, héroes de la guerra de Troya como Menelao y Héctor, los argonautas bajo el mando de Jasón y otros. 

Sin embargo, Hércules y Aquiles comparten ciertos parámetros que los demás no: ambos son hijos de la unión entre un dios y un mortal (el dios Zeus en el caso del primero y la diosa Tetis en el caso del segundo), es decir, son semidioses; ambos tienen una debilidad (la demencia en el caso del primero y el talón en el caso del otro); y por supuesto ambos comparten la característica de que son casi indestructibles, y poseen una fuerza física por encima de todo límite humano. La vida y muerte de ambos es una seguidilla de tragedias personales y sacrificio altruista. 

Estas características pueden ser encontradas fácilmente, repartidas entre los héroes tanájicos. Guidón recibe su misión a través de la aparición de un ángel -como vimos durante la primera entrega- lo que nos advierte desde el principio de un elemento divino que impulsa su actos. Conducirá así a la victoria a su pueblo, al mando de un ejército de trescientos judíos contra “una multitud como la arena que hay sobre la playa” (Jue. VII, 12). Y es claro que no podemos leer estos pasajes sin pensar en la batalla de Termópolis, donde trescientos griegos vencieron a un millón de persas. Y si bien es sabido el profundo simbolismo que encierra el número tres y sus múltiplos, las coincidencias son demasiadas. Los persas, que trataban de conquistar a Grecia desde el oriente, y los enemigos de los judíos, que eran los “midianitas, amalecitas y todos los hijos del oriente” (Jue. ídem), todos provenientes del lado oriental del Río Jordán. 

Tampoco podemos olvidarnos de Iftaj, que sacrifica a su propia hija (Jue. XI, 34-40), así como Hércules, en un ataque de locura provocado por Hera, asesina a su propia esposa e hijos. 

Como ya lo hemos mencionado, la figura más cercana a los héroes griegos es la figura de Sansón. Analicemos ahora sus características con más detalles. Es hijo de la insinuada relación entre un ser divino y una mujer mortal, así como Hércules y Aquiles. Es su fuerza física tan imponente que lo hace indestructible, salvo su única debilidad, su condición de nazareno (la prohibición de cortarse el pelo, la prohibición de tomar vino), así como Aquiles sabía que su talón era su único punto de debilidad. Como Hércules, Sansón pagó con su vida su devoción y afición a las mujeres; y como Hércules, debe Sansón cumplir misiones impuestas por Dios. Así como Hércules domina con sus manos al cancerbero, mata con sus propias manos Sansón a un león que encuentra en su camino. Luego, come de la miel que se acumula en el cuerpo del león muerto y esto, claro está, contradice completamente las normas de la kashrut, que ya en tiempos de la escritura del relato existían. 

Más aún, un simple análisis semántico nos puede revelar rápidamente quién es este héroe tan famoso: Sansón proviene del hebreo Shimshon, que literalmente significa “pequeño sol”. La zona de la que proviene es conocida como Beit Shemesh, que traducido es “la casa del sol”. Está demás recordar a los lectores que el sol es un dios en las mitologías de casi toda cultura sobre la faz de la tierra, desde los hindúes hasta los aztecas, pasando por los griegos y los escandinavos, y por supuesto, resalta su figura en la cultura del antiguo Egipto, que era tan cercana a los pobladores de la tierra de Canaán durante la época de redacción del libro de los Jueces. 

En la próxima y última entrega de esta serie de artículos discutiremos la aparición en el Tanaj de bestias mágicas, monstruos y animales increíbles. Luego trateremos de establecer un diálogo con Baruj Spinoza. Hasta la próxima entrega...

De bestias, fieras y seres fantásticos 

Mitología judía en el Tanaj III 


En esta última entrega, nos adentramos en el mundo de las bestias, los gigantes, los monstruos y los animales extraordinarios. También ellos están presentes en nuestra Biblia. 

En las primeras dos entregas de "Mitología Judía en el Tanaj" tratamos el tema de semidioses, ángeles y héroes. Recordamos sus apariciones, sus peripecias, y sobre todo las similitudes con el mundo de la mitología griega y de otras mitologías. Desde un punto de vista antropológico o psicológico (o ambos), es entendible que estos seres divinos sean personificados. La personificación de la deidad es un viejo truco que nuestras mentes nos fabrican para poder seguir conectados a la realidad. La falta de lógica inherente a la creencia en un ser divino nos confunde y atemoriza, por lo que damos a esta creencia un envoltorio humano: cuerpo y cabeza, manos y piernas y hasta alas para volar. Mientras que en el judaísmo y en el cristianismo estas mismas personificaciones se oponen a convicciones básicas y son, por lo tanto, abstractas por definición; en otras culturas como la griega y la católica, las personificaciones son totalmente realistas y detalladas. 

Sin embargo existen otros personajes fantásticos que pueden ser descritos más detalladamente, sin contradecir, de manera extrema, las prohibiciones de personificación e idolatría, y por lo tanto aparecen en el Tanaj frecuentemente. Estos personajes también aparecen, por supuesto, en otras mitologías. Dedicaremos esta tercera y última entrega de "Mitología judía en el Tanaj", a las bestias, animales, seres fantásticos, productos de la imaginación, los miedos, temores y esperanzas de aquellos que escribieron los libros que componen el Tanaj, hace 2.500 años. En nuestro mundo moderno y racional, no puede concebirse una creencia real en tales seres y sin embargo, nos apasiona la idea de criaturas supernaturales. 
Animales fantásticos y su simbolismo 

Los nórdicos europeos y los japoneses sostenían que en los bosques apartados se podía ver un animal con aspecto de caballo, cola de león y piernas de cabra, que en su frente poseía un cuerno de propiedades mágicas innumerables. En la India el unicornio era de color púrpura, ya que éste era el color de los vestidos reales. En Cuba, en el siglo XX, un cantor habló de un Unicornio Azul. Los griegos hablaron de un caballo sin cuerno, pero alado: Pegaso ayudó a Belerofonte a matar a Quimera. Al Bureq es el nombre del caballo alado que llevó a Mahoma durante el Ma'arag, su travesía desde Arabia hasta Al Aqsa en una noche. 

Pero no todas las bestias mitológicas son buenas y ayudan a la humanidad. Lo contrario es lo correcto. En la mayor parte de los casos, estas criaturas mitológicas son herramientas en las manos de los dioses para atemorizar a los mortales, para proteger ciertos secretos o lugares, o para liberar batallas y guerras entre los dioses o entre mortales. Los campeones de la imaginación, está demás decirlo, fueron los griegos. El Cancerbero, el perro temible de tres cabezas, cuida las puertas del mundo de los muertos (Hades). El Grifo, cuerpo de león y cabeza y alas de águila, protegía las posesiones del dios Apolo. El Minotauro, cuerpo de hombre gigante y cabeza de toro, era prisionero en su propio laberinto, en donde devoraba jóvenes que eran sacrificados por el cruel rey Minos. 

Estas criaturas no son solamente meras peripecias de la imaginación. Ellas encierran en su seno los miedos, pasiones y esperanzas de los hombres y mujeres que las crearon. Así, el unicornio simboliza la pureza, la inocencia y hasta la virginidad; el minotauro, las trágicas consecuencias del incesto y la lujuria; la quimera es la personificación del mal, mientras que los sátiros son el símbolo de la alegría y el regocijo. Los dragones chinos eran símbolo de los sueños, protectores de los hombres y hacedores del bien, mientras que los dragones nórdicos eran la amenaza a toda princesa desprevenida... 

De la misma manera, los animales y bestias de la mitología judía tienen su propio simbolismo, que puede ser general o particular, etiológico o meramente narrativo. Lo importante es siempre tener en cuenta que existe una diferencia entre aquellos animales mitológicos que realmente aparecen en el Tanaj y aquellos que se dicen ser pertenecientes a la época tanájica. Así, por ejemplo, existe un mito que cuenta de cómo los unicornios sobrevivieron el diluvio. La historia popular nos habla de que a pesar de que Noé no incluyó a los unicornios en el Arca, estos nadaron debajo del Arca y de esa manera permanecieron protegidos hasta que la tierra se secó. Esta historia es, claro está, producto del folklor cristiano post-bíblico, y por supuesto no aparece en ningún pasaje del Tanaj. 
Animales que hablan 

En el Tanaj nos encontramos con varias historias de animales que tienen la habilidad, fija o temporal, de hablar. El caso más conocido es el de la serpiente, que convence a la mujer, la cual come del fruto del árbol prohibido y le da de comer a Adán, con lo cual ambos pecan y son expulsados del Paraíso (Gen. III, 1-5). A lo hora del castigo, todos pagan el precio. En el caso de la serpiente se nos cuenta algo un poco inusual (Gen. III, 13-15). Si el castigo de la serpiente es, a raíz de su mala acción, reptar por el suelo y comer polvo, entonces quiere decir que antes de la infracción la serpiente ¿tenía patas? 

Más allá de la descripción física de la serpiente, existe también (inusual desde todo punto de vista) una descripción de su personalidad. Es astuta, más que toda otra bestia del campo. Además, la serpiente habla... Curiosamente, el castigo de Dios no incluye la abolición de la capacidad de la serpiente de hablar, por lo tanto, según el Tanaj, hasta nuevo aviso las serpientes todavía hablan. 

Lo más interesante, sin embargo, reside obviamente en el mensaje moral que se esconde detrás de los actos de la serpiente. Dios planta un árbol en medio del jardín del Edén, que es el más hermoso de los árboles, el más apetecible y además aquel que puede darle a los hombres la capacidad de la razón y el conocimiento ("la ciencia del bien y del mal"), pero claro está, Dios pretende que los hombres no sucumban a la tentación. Cuando la serpiente provoca lo que provoca, a pesar de las trágicas consecuencias, los seres humanos son elevados, en realidad, al nivel de dioses. Ellos saben ahora lo que antes sabía solamente Dios. Por otro lado, hay que hacer hincapié en dos elementos: el primero es que la serpiente era "astuta", no malvada o mal intencionada; el segundo es que la serpiente no pretende ni exige nada a cambio de la revelación y no parece ganar nada de la nueva situación. Más aún, si era un animal tan astuto, seguramente pudo haber previsto el hecho de que Dios se enojaría y lo castigaría, y aún así lleva a cabo su "misión". 

Existe un personaje muy parecido a la serpiente tanájica, en la mitología griega. Su nombre era Prometeo, quien dió a los hombres el secreto del fuego, a pesar de la terrible cólera de los dioses del Olimpo. Prometeo paga un precio muy alto por esta insolencia, por este favor a los hombres. Recordemos que el Tanaj nos cuenta que a raíz de la tentación, "Y abriéronse los ojos de ambos...". 

Otro animal parlante es el burro de Bilaam, el hechicero que trata de maldecir al campamento israelita en su camino a la tierra de Canaán. Ciertos cristianos mesiánicos que se dicen judíos, y que desgraciadamente frecuentan este sitio de Internet, han contestado a alguno de mis artículos insinuando que Bilaam era un profeta. Pues bien, el Tanaj habla de Bilaam solamente como un hechicero y mago, y en ningún momento como profeta: naví - ðáéà (Num. XXII-XXIII). El burro de Bilaam habla temporariamente, solamente cuando "Dios abre su boca". El burro le da una lección de moral y buenas maneras a Bilaam, el cual queda avergonzado por el hecho. El burro es capaz de ver al ángel y Bilaam no. 
Monstruos marinos 

Desde siempre los mares, océanos, y todo curso de agua han servido como fuente de inspiración para las mentes de los hombres. La imposibilidad de permanecer debajo del agua por más de algunos instantes llevó al hombre, desde el principio de la civilización, a especular sobre lo que se esconde debajo de la superficie. Con el desarrollo de la navegación marina, estas especulaciones fueron más allá de los límites del simple pensamiento a la hermosa zona de la imaginación. 

Los israelitas estuvieron conectados con el mar desde el comienzo. La enorme variedad de la geografía local contribuyó muchísimo a este desarrollo: al sur el Mar Rojo y en Egipto el Nilo, al oeste el Gran Mar (Mediterráneo) y al este el Mar Muerto y el Mar de la Galilea, todo esto junto en un territorio relativamente pequeño. Nos concentraremos en tres bestias marinas fascinantes. 

La palabra "leviatán" en hebreo moderno se refiere simplemente a las ballenas, y tal vez éstas, junto a los delfines y toninas, sirvieron de inspiración para la creación del Leviatán tanájico. Se trata al parecer de un monstruo marino, azote de los mares, personificación del mismo Satán. Diferentes profecías nos cuentan de la victoria de Dios sobre el Leviatán, como símbolo del bien que prevalece sobre el mal (Isa. XXVII, Sal. LXXIV, Sal. CIV, Job III, Job XL). No faltan ejemplos de monstruos marinos en ninguna mitología, por lo tanto el trabajo de comparación lo dejo para el devoto lector. 

Otro monstruo marino temible es el Tanín. En hebreo moderno su aceptación es la de cocodrilo, lo cual parece ser lo más cercano a la realidad. No olvidemos que la influencia egipcia en la cultura canaanea e israelita es enorme. Por lo tanto, la figura del cocodrilo que habitaba las orillas del Nilo es un elemento común. Mientras que éste se figura como un dios en ojos de los egipcios panteístas, su imagen es de terror y maldad en ojos de los redactores del Tanaj. Esto es claro, a la vista del deseo del Tanaj de asentar la creencia en un solo dios, mostrando como el Dios único es aquel que creó al Tanín, reduciéndolo a una simple criatura más (Gen. I, 21). Sin embargo, en otros pasajes es un enemigo de Dios, una especie de fuerza maligna a la cual hay que erradicar (Isa. XXIV, Isa. LI, Job IV). 

Finalmente podemos citar el famoso encuentro de Jonás con el gran Pez que lo traga y lo mantiene en su estómago por tres días (Jon. II). Es intersante que Jonás, en su plegaria a Dios desde el vientre del pez, lo nombra a éste el sheol, un sinónimo para "infierno". Sin embargo, el gran Pez es un envíado de Dios, para darle a Jonás una lección sobre responsabilidad y poder. 
Criaturas increíbles 

Más allá de estos monstruos que se figuran como animales peligrosos, existen otras criaturas que excitan la imaginación aún más. Nos concentraremos en dos tipos, los gigantes y las quimeras. Ambos conceptos nos son conocidos de la mitología griega. Los gigantes fueron expulsados por Zeus e intentaron rebelarse (los titanes). Algunos gigantes poseían un sólo ojo (los cíclopes), o parte de su cuerpo era de animal (como el minotauro). La quimera era un monstruo, mitad mujer mitad serpiente, o mujer cuyos cabellos eran serpientes, y tenía el poder de petrificar a quien la mirara a los ojos. 

Gigantes en el Tanaj hay muchos. Básicamente los gigantes constituyen una raza, los anaceos, de la palabra anak que significa literalmente gigante. Son seres que existen en el mundo desde los comienzos (Gen. VI, 4), relacionados con los Nefilim -los cuales analizamos en anteriores entregas de esta serie-, como hijos de los nefilim o como antepasados de éstos, e inclusive como sinónimos. Son éstos los gigantes que asustan a los espías que Moisés envía a la Tierra de Canaán (Núm. XIII, 33, Deut. I, 28 y IX, 2, Jos. XI, 22 y XIV, 12). Fuera de éstos también encontramos personas que fueron catalogadas como gigantes por su gran altura, como Goliath, el filisteo de seis codos y medio (I Sam. XVII); Og, Rey de Bashán, de nueve codos de altura y cuatro codos de ancho (Deut. III), y el luchado egipcio, de cinco codos de estatura (I Crón. XI). Un codo, generalmente, equivale a medio metro. Por lo tanto, Og medía cuatro metros y medio... 

Quimera en el Tanaj existe solamente una, pero en tal magnitud que su sola existencia es fascinante. El libro del profeta Ezequiel comienza con la descripción de cuatro criaturas increíbles. El aspecto de cada uno es el de un hombre, pero con cuatro rostros cada uno, como las cuatro direcciones de la rosa de los vientos. Sin embargo sus caras eran al mismo tiempo solamente tres, la de un hombre, la de un águila y la de un león. Y cada lado tiene cuatro alas y patas de becerro. Y las criaturas en sí son como antorchas vivas, desplazándose dentro del fuego, bañados en relámpagos y estallidos. Y cuatro ruedas de fuego llenas de ojos los seguían hacia toda dirección. Y a través de la visión de esta terrible y amenazante criatura llega Ezequiel el profeta a la máxima inspiración, a ver a Dios mismo y a su trono en los cielos, y luego al fin de la visión, la cual lo deja exahusto. ¿Por qué habría Dios de personificarse en un ser tan terrible? Parecería más lógico profundizar en las profecías de Isaías, las cuales hablan de la personificación de Dios en el puro amor y paz. Sin embargo, Ezequiel opta por subrayar la faceta temerosa y alarmante de la supuesta personalidad de Dios, y éste análisis podría llevarnos decenas de artículos. 
Final 

Hemos analizado en estos tres artículos los principales elementos relacionados con la mitología judía en el Tanaj. Existe un mundo entero, inmensamente rico en mitología, en la literatura post-bíblica. Sin embargo nuestro mandato se limita a los libros que componen el Tanaj. 
 
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